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El rincón de pensar

Juan Jacobo Rousseau

Juan Jacobo Rousseau

 

 “La personalidad suele referirse a los patrones distintivos de conducta (incluyendo pensamientos y emociones) que caracterizan la adaptación de cada individuo ante las situaciones que se le presentan en la vida” (Mischel, 1968). En esta reflexión intentaré describir la personalidad de Juan Jacobo Rousseau (1712-1778, Ginebra) filósofo francés de la época de la Ilustración, precursor de la renovación pedagógica de la Escuela Nueva, cuya obsesión por una sociedad justa, libre y bella consiste en liberar las leyes de la naturaleza y que actúen sobre los seres humanos.

 

Al nacer J. J. Rousseau muere su madre y el padre será quien se encargue de cuidarle, hasta los 10 años que se irá a vivir con un familiar. Durante dos años Rousseau será la única temporada que estará sometido a la disciplina escolar y será realmente feliz. Su temperamento estará condicionado por un conjunto de rasgos motivacionales y emocionales relativamente estables determinados en gran medida por rasgos biológicos debidos a la herencia, factores prenatales y perinatales, y a la relación con los demás, que le harán decantarse por el mundo que le ofrecen los sentidos para ser feliz, en vez del mundo de los libros; de ahí se deduce su gran sensibilidad.

 

En la adolescencia se emplea como escribano y a medida que crece se interesa por culturalizarse, rodearse de personajes importantes de la época, conocer mujeres, viajar y disfrutar del presente sin importarle el mañana, abierto a nuevas experiencias y convirtiéndose en un ser extrovertido y agradable para la gente de su entorno. La motivación principalmente interna que accionaba y guiaba a Rousseau a la satisfacción de vivir era a través de los sentidos; en este aspecto su sensibilidad se elevaba a un nivel por encima del común de los seres humanos. Sin embargo, esta sensibilidad le hace más susceptible de sentir dolor que de sentir placer, llevándole a un neuroticismo, transformado en frecuentes y largos ataques de melancolía, provenientes tal vez de la pérdida prematura de su madre y de la falta de una figura de apego, ocasionándole avances y retrocesos en aspectos y etapas de su vida sin saber hacia donde dirigirse. Otro indicio de neuroticismo y de falta de consciencia de Rousseau es la elaboración del libro “Emilio o la educación” donde redacta los principios metodológicos de una buena educación para un niño imaginario, habiendo entregado a hospicios a sus cinco hijos.

 

Era por naturaleza muy modesto, e incluso ignorante de su propia superioridad cognitiva. Sus pasiones, surgían en conversaciones suaves y moderadas; jamás fue arrogante y dominante; y era, desde luego, uno de los hombres más educados.

Tal persona amable y confiada fue engañado como a un niño en varias ocasiones por sus amistades, además de ser defraudado por ellos al no apoyarle en momentos críticos donde altos cargos ofendidos por sus ideas liberales presionaron para hacerle prisionero, cosa que le llevó a exiliarse y a aborrecer el trato social; algo sorprendente en un hombre tan bien dotado para disfrutar de los placeres de la vida en sociedad. Este miedo a ser perseguido por el complot contra él, aunado a su neuroticismo fue lo que le provocaba insomnio llevándole a dedicar el tiempo de sueño a escribir libros. Este “conjunto de rasgos y mecanismos psicológicos que posee el individuo, organizados y relativamente duraderos que influye en sus interacciones y adaptaciones al ambiente tanto intrapsíquico como físico y social” (Larsen y Bus 2002) le harán intentar hacer racionales las emociones, e intensificar la razón para encontrar la felicidad, y por ello cree que el único modo de conseguirla es retornando a la “salvaje naturaleza” donde el individuo puede llegar a ser libre, alejado de sociedades corruptas y llenas de vicios. Este tipo de pensamiento es muy oportuno y tiene un buen sustento dado que este autor conoce los vicios de las sociedades al haberse codeado con personajes importantes.

 

 

Consideraba la religión como una intromisión en el desarrollo natural del sujeto que suple en ocasiones las verdaderas virtudes, por lo que recomienda mantenerse al margen de ella para encontrar la verdad y el bien. A pesar de esta creencia, se bautizó al enamorarse de una joven católica, pues según Ruiz Caballero (2002) la conducta está determinada por las condiciones del momento según el modelo situacionista, es decir, que esta situación se ve condicionada por el amor que siente hace la joven.

 

A partir del modelo situacionista que influye sobre la personalidad de los individuos en tanto que, las conductas se adecuan a un momento y situación determinada, la mujer del siglo XVIII se había relegado a la servidumbre del hombre, así pues este autor pensaba que la mujer debía ser educada de forma similar al hombre pero con diferentes contenidos, con el fin de convertirla en una mujer de bien que agradara al hombre. Esto se ve reflejado en su vida pues la mujer con la que compartió más tiempo y tuvo cinco hijos no era el amor de su vida, pero era una mujer sumisa lo que le facilitaba ser dominante en cualquier situación. Este tipo de pensamiento hacia el sexo femenino era comprensible desde el punto de vista de la teoría cognitivo-social de Bandura, donde todo lo observado se aprende. Durante este siglo la mujer tenía una misión y era lo que se enseñaba tanto al sexo femenino como al masculino. En todo lo expuesto podemos ver como el modelo situacionista, es decir el contexto social, y el modelo internalista influenciado por el situacionista, es decir las creencias del autor, convergen en uno dando lugar al modelo interaccionista, en este caso el pensamiento de que la mujer se esclavice al hombre.

 

Como la mayor parte de los hombres que han hablado mucho de sí, acabó siendo víctima de su propia leyenda y prisionero de la imagen que él había creado de su persona, creando un autoconcepto errado de sí mismo, sin averiguar quién era él realmente.

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