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Estado de bienestar VS neolibelarismo, la educación y el trabajo

Estado de bienestar VS  neolibelarismo, la educación y el trabajo

El neoliberalismo es una corriente socio-política con características culturales y económicas propias. En esta corriente prima el mercado libre y la privatización como búsqueda de la calidad de los servicios, lo que conlleva a transformar a los ciudadanos en clientes. Esto difiere de un “Estado de Bienestar” donde el Estado regula los servicios para que se oferten como públicos, pudiendo llegar a cualquier ciudadano que lo necesite de forma gratuita. Mientras un “estado de bienestar” procura llevar los servicios públicos (la educación, sanidad y lo relacionado con la tercera edad) a todos los ciudadanos por igual, buscando la calidad y cantidad sin importar el rendimiento; en un estado neoliberal destacan las características cuantitativas y no las cualitativas, o dicho con otras palabras, para el neoliberalismo prima la cantidad y el rendimiento, y no la calidad de los servicios que se prestan.

 

Tanto el neoliberalismo como el “estado de bienestar” tienen una base capitalista que procuran perfeccionar; pero hay que distinguir que el estado de bienestar sabe compaginar la economía y la cultura, buscando el bien común; mientras que el neoliberalismo lo hace desde una perspectiva de un país poderoso, buscando de forma frenéticamente la acumulación de riquezas, sin importar los medios, mientras se cumpla el fin. Esta mentalidad de quitar importancia al medio para llegar al fin, es lo que nos lleva a la pérdida de los valores morales y culturales, que a su vez provocan problemáticas en áreas sociales y culturales.

 

En un estado de bienestar el fin último es el bienestar del ser humano en toda su extensión, de tal manera, que el Estado interviene para poder poner al alcance del individuo todos los medios necesarios, conjugando su disponibilidad económica en prestar la mayor cantidad de servicios con una calidad y eficacia máximas. Para observar adecuadamente la valoración social de las cosas, tanto en función de su escasez, como su utilidad, se debe promover y tutelar el funcionamiento libre de los mercados, impidiendo las conductas monopólicas, oligopólicas y las interferencias del Estado, y así mantener un sistema político estable basado en la libertad individual; siendo necesario para ello estudios y modificaciones pertinentes, y evitar desequilibrios e inestabilidades de todo tipo.

 

En el sistema de estado de bienestar, el sector de la formación /educación que se ha de impartir a los individuos, debe centrarse en lo cualitativo, igual que su política, con el fin, de proporcionar competencias de aprender a aprender que sustenten una actitud para autoformarse, detectar necesidades de formación y tener una actitud positiva para la movilidad, con el objeto de educar para el trabajo y que los individuos no fracasen en este aspecto. Esta educación comienza en las primeras etapas a partir de las competencias básicas que pretenden que el sujeto se autorealice y se integre en una sociedad. Cada nivel de la educación proporciona unas competencias específicas acordes a la edad de los individuos, éstas parten de las competencias generales y de actitud o personalidad del trabajador hasta llegar a las competencias ocupacionales específicas. Por eso, cuanta más formación y competencias tenga un sujeto, mayor posibilidad de encontrar empleo tendrán.

La ideología competitiva neoliberal conduce a un empobrecimiento cultural, donde todo se reduce a elementos relacionados con la empresa, el mercado, la gestión, la productividad y la innovación, reduciendo el proceso de desarrollo del ser humano y social a las percepciones, motivaciones y comportamientos de un sistema global, en la que la individualización y personalización son irrelevantes para la economía que es lo importante. Por ello, la escuela neoliberal promueve una mentalidad competitiva para crear la lógica del ganador, en la cual la interactuación del hombre con la sociedad está guiada por su interés personal, persiguiendo un máximo de satisfacción, determinado por sus propios fines y sin tener en cuenta el resto de la sociedad o bien aprovecharse de ella. La solución a este problema es cambiar el tipo de educación, pero esta tarea no es tan fácil como se plantea. Antes de cambiar hay que averiguar lo que se pretende conseguir con esta modificación, de tal forma que a su vez se pueda compaginar ciencia y economía con un trasfondo de competencias básicas.

 

El problema que existe en España es que estamos en un sistema neoliberal y lo que importa son los aspectos cuantitativos, a pesar de lo que existe sobre papel. Hemos llegado a esta situación porque la sociedad es muy amplia y ha crecido rápidamente en los últimos años, pero los servicios no han crecido acorde con la sociedad, haciendo que la atención a los ciudadanos sea insuficiente y de baja calidad.

El desempleo juvenil en España es elevado ya que depende de la formación, actitud de cada uno y de la creación de puestos de trabajo a través de los distintos sectores de producción. En este aspecto arrastramos tres condiciones estructurales que aumentan el desempleo:

-         Expectativas de ser funcionario lo que disminuye la autonomía e iniciativa de gestionar el propio empleo.

-         Sobrecualificación: ocupación laboral que requiere menor cualificación de la que tiene certificada, lo que supone que este sujeto pierda su cualificación.

-         No movilizar recursos humanos.

La sobrecualificación y la descualificación están vinculadas y su origen es la creencia extendida sobre el cambio tecnológico y desarrollo, lo que implica un aumento de la cualificación de los trabajadores.

La cualificación y el aprovechamiento de estos conocimientos para el desarrollo de la tarea, sólo se da con los trabajadores de élite pues su profesión implica seguir aprendiendo y generar conocimiento/información, ya que su formación está basada en habilidades conocimientos, creatividad y responsabilidad. Además estos trabajadores gozan del privilegio de una seguridad en el empleo “de por vida”, son valorados psicológica y socialmente, y la empresa amplía, garantiza y completa permanentemente su formación profesional tanto a largo como corto plazo, pues crean una imagen de la empresa ya que colaboran con el capital. La dependencia de la empresa y los trabajadores de élite es recíproca, uno depende de la empresa para tener una calidad de vida y el otro expone cara al público trabajadores que causen buena imagen para vender sus productos.

Por el contrario, los que desarrollan tareas inferiores y rutinarias pueden sufrir una descualificación, dado que están sobrecualificados para la tarea que desempeñan, pues se preparan/educan exhaustivamente para trabajos que no requieren tantas competencias, lo que origina una descualificación al olvidar los conocimientos que adquirieron en su formación y al no ser necesarios para los trabajos que desarrollan ya que las innovaciones tecnológicas hacen la mayor parte del trabajo. No obstante el resto de trabajadores se clasifican:

a)      personal no cualificado pero con trabajo medianamente estable.

b)      los que están muy cualificados pero son contratados como personal sin calificar, que acabamos de explicar.

c)      los que trabajan en puestos precarios tanto por su labor como por sus condiciones en su contrato.

La segregación entre los diferentes trabajadores, se ha convertido en el rasgo dominante de todas las sociedades industrializadas a partir de mediados de los 70, aunque en el estado de bienestar el fin último de su política se hace material (repartir la riqueza en su sociedad), mientras que en el neoliberalismo no. Este corte de trabajadores élite y el resto se debe a las tecnologías de información y comunicación, pues disponen a los trabajadores en una jerarquía, no en forma piramidal, sino en forma de embudo invertido, donde la parte más estrecha está formada por los trabajadores de élite y las más ancha el resto de trabajadores, sin casi la existencia de un estadio intermedio proporcional entre ambos, o dicho de otra forma, que se pasa de elite al resto directamente puesto que el punto de inflexión que los distingue está formado por la maquinaria que realiza el trabajo. Por ejemplo, el trabajador de élite instala un programa en la máquina y sólo se necesita a otro trabajador para que la encienda y se ponga a producir.

Esta segregación entre trabajadores de élite y el resto de trabajadores fomenta la discriminación social ya que los de élite pueden acceder con mayor facilidad a la cultura que el resto de trabajadores.

 

Las TICs (tecnologías de información y comunicación) crean puestos de trabajo, especialmente en el sector terciario, que requieren mucha información/conocimiento pero no tanta fuerza de trabajo, ya que la maquinaria realiza ese trabajo, permitiendo: una organización flexible de los productos, es decir, cambiar la producción en función de la demanda; una deslocalización de las empresas repartiendo sucursales por distintos países; y una globalización, es decir, tener un núcleo generador de la información que la envíe a distintos países sin necesidad de tener núcleos generadores de conocimiento en cada lugar donde exista la empresa. Pero como contrapartida esta maquinaria produce más y mejor con un menor número de empleados, convirtiendo a los trabajadores en un ejercito de reserva para la industria que depende del volumen de ventas, pues se contrata y despide en función de la demanda sin protección social, y en caso de que exista seguridad en el empleo con la firma de la empresa, tiene como reverso la precariedad del empleo. Por eso, para vencer el paro, las empresas han de ser más competitivas y aumentar su producción, lo que llevaría a contratar a más trabajadores. Esto estimularía la situación del comercio pues a más disponibilidad de trabajo, más productos y servicios, los precios se abaratan y la gente gasta más.

“El ser humano tiene que poder amar su trabajo y adherirse a los fines de su empresa para dar lo mejor de sí mismo” (Gorz, 1997). Para ello según formula Peter Glozt hay que: solidarizar a los fuertes con los débiles. Esta ética se enfrenta a la situación de rendimiento, esfuerzo y profesionalismo, sin humanización, donde lo que prima es el egoísmo hipercompetitivo del neoliberalismo que permite que sólo triunfen los mejores y mientras, el resto de trabajadores en precario, parados y marginados, reciben ayudas económicas para que continúen en su situación de precariedad, sin ser estimulados y recompensados por su esfuerzo, y ayudándoles a optar a puestos de empleo permanentes.

 

Como síntesis, la educación va encaminada hacia la producción/mercado y nuestro Estado de neolibelarismo perjudica este sector, ya que la sociedad no es consciente de la realidad, dado que sólo los pudientes pueden permitirse el “lujo” de recibir una buena educación que les permita adquirir un lenguaje político y por tanto hacer una buena crítica política que saque a la sociedad de su estado de enajenación.

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

ANGULO, F., Y OTROS: “Escuela pública y sociedad neoliberal”. Niño y Dárila Editores.

FERNÁNDEZ ENGUITA, M. (1992): “Educación, formación y empleo”.

GARCÍA MONTALVO, J. (2010): Art. “Desempleo juvenil y formación”. El País.

GORZ, A. (1997): “Metamorfosis del trabajo”. Capítulo VI: “Una última transformación de la ideología del trabajo”. Madrid. Editorial Sistema.

SEPÚLVEDA, L. (2002): “El concepto de competencias laborales en educación. Notas para un ejercicio crítico”. Revista digital UMBRAL 2000, nº 8.

SOTELO, I. (2010): Art. “Crisis económica y educación”. El País.

 

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